El cerebro del ciudadano es el campo de batalla en la guerra del siglo XXI

(Parte IV de la serie de Elze van Hamelen sobre la ingeniería social para Global Research)

Parte I: Experimentos de control conductual e ingeniería social patrocinados por el gobierno

Parte II: Mindspace – Guía de la manipulación del comportamiento

Parte III: Medidas Covid: El mayor evento de conformidad social de la Historia

Fuente: Global Reserch

Autora: Elze van Hamelen

Traducción: FP para OVALmedia

22.09.22

La OTAN ha añadido a los dominios tradicionales de la guerra – tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio – uno nuevo: «el dominio cognitivo». No se trata sólo de imponer determinadas ideas o comportamientos, como en la propaganda y las operaciones psicológicas tradicionales, sino de modificar la cognición, es decir, influir en el proceso por el que nosotros mismos llegamos a las ideas, percepciones, creencias, elecciones y comportamientos. El objetivo no es principalmente un ejército enemigo, sino el ciudadano. Ganar la guerra ya no viene determinado por el desplazamiento de una frontera en un mapa, sino por la conversión ideológica del objetivo.

«La guerra cognitiva es uno de los temas más debatidos en el seno de la OTAN», afirmó el investigador François du Cluzel en una mesa redonda celebrada el 5 de octubre de 2021. En 2020 redactó un documento fundacional sobre la guerra cognitiva para el grupo de reflexión Innovation Hub, afiliado a la OTAN. Aunque la guerra cognitiva se solapa con la guerra de información, la propaganda clásica y las operaciones psicológicas, du Cluzel señala que la guerra cognitiva va mucho más allá. En la guerra de información «sólo» se intenta controlar el suministro de información. Las operaciones psicológicas implican influir en las percepciones, las creencias y el comportamiento. El objetivo de la guerra cognitiva es «convertir a todo el mundo en un arma», y «el objetivo no es atacar lo que piensan los individuos, sino cómo piensan». Du Cluzel: «Es una guerra contra nuestra cognición – la forma en que nuestro cerebro procesa la información y la convierte en conocimiento. Ataca directamente al cerebro». La guerra cognitiva consiste en «hackear al individuo», permitir que el cerebro sea «programado».

Para lograrlo, se aplican casi todos los dominios del conocimiento imaginables: psicología, lingüística, neurobiología, lógica, sociología, antropología, ciencias del comportamiento, «y más». «La ingeniería social comienza siempre con una comprensión del entorno y del objetivo; el objetivo es comprender la psicología de la población objetivo», escribe du Cluzel. La base siguen siendo las técnicas tradicionales de propaganda y desinformación, mejoradas por la tecnología actual y los avances del conocimiento. «El comportamiento, mientras tanto, puede predecirse y calcularse hasta tal punto», según du Cluzel, «que la ‘economía del comportamiento’ impulsada por la IA debería clasificarse como ciencia dura y no blanda».

Como casi todo el mundo es activo en Internet y las redes sociales, los individuos ya no son receptores pasivos de la propaganda; con la tecnología actual, participan activamente en su creación y difusión. El conocimiento de cómo manipular estos procesos «se convierte fácilmente en un arma». Du Cluzel cita como ejemplo el escándalo de Cambridge Analytica. A través de datos personales enviados voluntariamente a Facebook, se habían creado detallados perfiles psicológicos individuales de una gran población. Normalmente esa información se utiliza para publicidad personalizada, pero en el caso de Cambridge Analytica se utilizó para bombardear a los votantes dudosos con propaganda personalizada. La guerra cognitiva «explota las debilidades del cerebro humano», reconociendo la importancia del papel de las emociones en el impulso de la cognición. La ciberpsicología, que trata de comprender la interacción entre los seres humanos, las máquinas y la IA (inteligencia artificial) será cada vez más importante en este ámbito.

Otras tecnologías prometedoras que podrían utilizarse son la neurociencia y las tecnologías, o «NeuroS/T», y «NBIC»: nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información, ciencia cognitiva, «incluidos los avances en ingeniería genética». NeuroS/T pueden ser agentes farmacológicos, acoplamientos cerebro-máquina, así como información psicológicamente perturbadora. Influir en el sistema nervioso con conocimientos o tecnología puede producir cambios en la memoria, la capacidad de aprendizaje, los ciclos del sueño, el autocontrol, el estado de ánimo, la autopercepción, la capacidad de decisión, la confianza y la empatía, y la forma física y el vigor. Du Cluzel escribe: «El potencial de NeuroS/T’ para crear conocimiento y la capacidad de influir en la cognición, las emociones y el comportamiento de los individuos es de especial interés para las agencias de seguridad e inteligencia y las iniciativas militares y bélicas».

Hacer la guerra a los procesos cognitivos de los individuos representa un cambio radical respecto a las formas tradicionales de guerra, en las que se intenta, al menos en principio, mantener a los civiles fuera de peligro. En la guerra cognitiva, el ciudadano es el objetivo y su cerebro es el campo de batalla. Cambia la naturaleza de la guerra, los jugadores, la duración y cómo se gana la guerra.

Según du Cluzel, «la guerra cognitiva tiene un alcance universal, desde el individuo hasta los Estados y las empresas multinacionales».

Ya no se gana un conflicto ocupando un territorio, o ajustando las fronteras en un mapa, porque «la experiencia de la guerra nos enseña que aunque la guerra en el ámbito físico puede debilitar a un ejército enemigo, no permite alcanzar todos los objetivos de la guerra». Con la guerra cognitiva, el objetivo final cambia: «cualquiera que sea la naturaleza y el propósito de la guerra en sí, en última instancia se reduce a un enfrentamiento entre grupos que quieren algo diferente, y por lo tanto la victoria significa la capacidad de poder imponer el comportamiento deseado a un público elegido». En efecto, se trata entonces de provocar una conversión ideológica en la población objetivo.

El enemigo no son sólo los civiles en territorio ocupado o enemigo, sino también sus propios civiles, que, según las estimaciones de la OTAN, son objetivos fáciles para las operaciones cognitivas de las partes enemigas. «El hombre es el eslabón débil esto hay que reconocerlo para proteger el capital humano de la OTAN».

Esta «protección» va muy lejos: «El objetivo de la guerra cognitiva no es simplemente dañar a los militares, sino a las sociedades. El método de guerra se asemeja a una ‘guerra en la sombra’, y requiere la implicación de todo el gobierno para combatirla». Así pues, la guerra puede librarse con y sin militares, y du Cluzel prosigue: «La guerra cognitiva es potencialmente interminable, lo que para este tipo de conflicto no se puede hacer un tratado de paz, ni firmar una rendición».

Los ciudadanos holandeses también son objetivo

Según el informe Cognitive Warfare, China, Rusia y los actores no estatales (agentes no estatales) también valoran la guerra cognitiva. Por ello, la OTAN considera una tarea importante poder hacer frente a esta forma de guerra. Según la correspondencia surgida de las solicitudes de la FOIA (Freedom of Information Act), la doctrina de la guerra cognitiva ya está fuertemente arraigada en el ejército holandés. El sitio de noticias independiente Indepen.nl informa: «El teniente general del Mando de las Fuerzas Terrestres escribe el 4 de agosto de 2020 en un memorando al entonces ministro de Defensa Ank Bijleveld que la ‘acción basada en la información’ (IGO) tiene lugar en 3 dimensiones: la física, la virtual y la cognitiva. Actuar en el dominio terrestre implica operar dentro de estas tres dimensiones para lograr los efectos deseados dentro de un objetivo político-estratégico. Dado que la acción en el terreno tiene lugar, por definición, entre actores y grupos humanos, la eficacia en la dimensión cognitiva es crucial.

En el fondo es quitar la voluntad de luchar o imponer nuestra voluntad a los adversarios. Por cierto, con esto seguimos la doctrina de la OTAN para el dominio terrestre». Este modus operandi, en el que todo el gobierno está involucrado en la guerra informativa y cognitiva, y viendo al ciudadano como un posible enemigo, al que hay que manipular hacia un comportamiento correcto, lo vemos con fuerza en el periodo del coronavirus. No en vano, los Países Bajos organizaron en la primavera de 2020 un Navo Innovation Challenge, centrado en Covid-19. «Estamos buscando soluciones innovadoras para identificar, evaluar y identificar, evaluar y gestionar las amenazas biológicas, de modo que las fuerzas de la OTAN, los aliados y las unidades civiles están protegidos están protegidos», se lee en el anuncio. En concreto, se busca «vigilancia, medidas inclusivas de control sanitario» y «oportunidades de colaboración entre instituciones militares, civiles sanitarias y de investigación, funcionarios a nivel local y nacional y analistas de vigilancia.»

El periódico neerlandés NRC Handelsblad informó en noviembre de 2020 de que, sin base legal, se había creado el Centro de Maniobras de Información Terrestre (LIMC), un departamento dependiente de las fuerzas terrestres que vigiló a los civiles neerlandeses durante el periodo del Covid, utilizando el Modelado Dinámico del Comportamiento. BDM es un enfoque desarrollado por el grupo británico SCL, la empresa matriz de la mencionada Cambridge Analytica, y con el que los militares adquirieron experiencia durante las misiones en Afganistán, los civiles no sólo fueron vigilados, sino también influenciados activamente. Documentos de la FOIA publicados a principios de 2022 revelaron que el LIMC trabajaba en estrecha colaboración con la policía y la NCTV (Unidad de lucha contra el terrorismo, similar a „Homeland security“).

La guerra invisible

¿Cómo es posible que para algunos esté muy claro que nos enfrentamos a un golpe de Estado, a una revolución o incluso a la Tercera Guerra Mundial, mientras que para otros todo parece «normal»?

«Mi padre me preparó para la guerra anterior», escribe Sebastian Haffner poco antes de su huida de la Alemania nazi en 1938. En el libro «Desafiando a Hitler», describe cómo vivió la Primera Guerra Mundial siendo un niño de siete años, cómo creció durante el periodo de entreguerras y cómo experimentó el ascenso del nazismo. Se imaginaba la guerra como una guerra de trincheras, y no estaba preparado para el terror, la histeria colectiva y la demagogia.

Imaginamos la guerra como demagogia. Por ejemplo, fíjense en todos los líderes indeseables que son demonizados -Trump, Putin, Assad, etc. – a los que los medios de comunicación tachan de «nuevo Hitler». La guerra es un ejército invadiendo, soldados en las calles, ciudades bombardeadas.

Nos encontramos en medio de una revolución -en el sentido clásico-, una convulsión radical de la organización del sistema estatal y de las relaciones de poder. Kees van der Pijl explica claramente en su libro «Estados de emergencia» cómo esta revolución, „a diferencia, por ejemplo, de las revoluciones francesa y estadounidense“, no ha sido iniciada desde abajo, sino desde arriba, por la oligarquía. Aplican la política a través de gobiernos cooptados y organizaciones como el gobierno estadounidense, la UE, la OMS y el FEM, con el apoyo de las grandes empresas tecnológicas. El sistema hacia el que se trabaja es totalitario, tecnocrático y centralizado. Relativamente poca gente se da cuenta de la radicalidad de la convulsión que estamos viviendo, probablemente porque esta guerra no se ha iniciado por la fuerza física directa, sino por la guerra cognitiva, dirigida contra civiles. La doctrina de la guerra cognitiva muestra que la guerra moderna se libra principalmente como una operación psicológica avanzada. No se ajusta a la imagen clásica de la guerra. Por eso no es visible para la mayoría.

¿Recuerdan lo que es la libertad?

Ninguno de los documentos sobre la guerra cognitiva da muestras de ser consciente de hasta qué punto esta metodología se aleja de los valores básicos que constituyen los cimientos de una sociedad libre: centrarse en los derechos y libertades del individuo para hacer, pensar, organizar su propia vida, sin injerencias externas.

La guerra cognitiva se vende como una forma de «ganar la guerra sin luchar», para que haya menos bajas (civiles). Esto parece positivo al principio, pero, este enfoque, especialmente cuando se aplica a gran escala y a sus propios ciudadanos, no da ningún espacio al individuo para reunir información por sí mismo, evaluarla y actuar en consecuencia. El ciudadano ya no es un ser humano con pensamiento independiente, sino un sujeto vulnerable con «racionalidad limitada». El comportamiento que se desvía de lo que la OTAN, el LIMC o el gobierno identifican como problemático debe ser «corregido». ¿Es racional el gobierno o el ejército? ¿Es la racionalidad un requisito previo para hacer elecciones, tomar decisiones o tener creencias? ¿Por qué no se permite a un ciudadano tener una opinión discrepante sin ser tachado de «potencialmente peligroso para el Estado»? Querer corregir a ciudadanos «peligrosos para el Estado» con creencias «erróneas» recuerda a la Rusia soviética, Mao-China, Pol-Pot. No tiene cabida en una sociedad libre.

Fuentes

https://www.innovationhub-act.org/sites/default/files/2021-01/20210122_CW%20Final.pdf

Cognitive Warfare Project – Reference Documents https://www.innovationhub-act.org/cw-documents-0

https://hcss.nl/wp-content/uploads/2021/03/Behavior-Oriented-Operations-March-8th.pdf

NRC – Soft maar gevaarlijk wapen https://www.nrc.nl/nieuws/2020/06/26/een-soft-maar-gevaarlijk-wapen-moderne-oorlogsvoering-richt-zich-op-beinvloeding-van-de-bevolking-a4004227

NATO Innovation Challenge focuses on COVID-19 crisis (in NL) https://www.nato.int/cps/en/natohq/news_175199.htm

https://indepen.nl/ontluisterend-de-landmacht-beschouwt-haar-eigen-volk-als-vijand/

https://www.nrc.nl/nieuws/2020/11/15/hoe-het-leger-zijn-eigen-bevolking-in-de-gaten-houdt-a4020169

Este artículo se publicó anteriormente en De Andere Krant.

© Elze van Hamelen, Global Research, 2022

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