Entrevista a Jean-Marc SabatierUn nuevo paradigma para la medicina

Entrevista a Jean-Marc Sabatier

Versión castellana ampliada: Ernesto Yáñez y Luciano Padilla López

La versión en francés apareció originalmente aquí

Jean-Marc Sabatier es doctor en Biología Celular y Microbiología y posee un HDR en Bioquímica. Profesor titular en el CNRS, es redactor en jefe de las revistas científicas internacionales Coronavirus e Infectious Disorders – Drug Targets. En primera persona, como un auténtico visionario, Sabatier revela un descubrimiento que abre inmensas posibilidades para la ciencia y para el trabajo cotidiano en los hospitales: la función esencial del sistema renina-angiotensina en la aparición de gran cantidad de patologías. Casi desconocido hasta ahora, «este sistema hormonal está en todas partes y lo controla todo». Así, Sabatier afirma que el conocimiento detallado del SRA permitirá finalmente tratar las causas de las enfermedades, antes que sus consecuencias.

¿Qué es el sistema renina-angiotensina (SRA), cuya disfunción afirma usted que es la causa de tantas enfermedades?

El SRA es el sistema de regulación fisiológica más importante de nuestro organismo, y el de los demás mamíferos: controla las funciones autónomas renales, pulmonares y cardiovasculares (respiración, latido del corazón). Además, controla la inmunidad innata (la primera línea de defensa, con respuesta inmediata “no específica” a los agentes patógenos) y las distintas microbiotas, incluida la intestinal, de la cual depende también gran parte del sistema inmunitario.

Para hacernos una idea de cómo funciona, pensemos en una secuencia vertiginosa, a modo de cascada, de regulación endocrina (glándulas hormonales) y enzimática. En realidad, este es un sistema ubicuo, porque lo encontramos en todo el cuerpo humano. Abarca tanto a “actores” de gran magnitud, que son moléculas en circulación (por ejemplo, la angiotensina 2) y receptores como ECA, ECA2, AT1R, MasR, AT2R, AT4R y MRGD. Unos y otros funcionan en concordancia. Dada su gran complejidad, el SRA se va adaptando al funcionamiento específico de los órganos y tejidos. Así, cada uno de los receptores se presenta en múltiples formas parecidas entre sí (las llamamos “variantes”), gracias a la acción de la genética y a modificaciones naturales posibles (para dar solo otro ejemplo: adición de azúcares).

Usted fue el primero en demostrar, con una investigación publicada en 2020, que el SRA disfuncional era la causa de las enfermedades covid-19. ¿Qué novedades puede comentarnos al respecto hoy?

En efecto, confirmo que todas las patologías del cuerpo humano son resultado de la disfunción de este sistema clave del organismo, cuando estas patologías no están asociadas a anomalías genéticas. Esto va mucho más allá de covid-19. Para entenderlo, hay que tener en cuenta algo que explicaba recién y que ahora menciono con su nombre más técnico: el polimorfismo genético de los actores del SRA (lo que conocemos como ligandos/hormonas y los receptores enzimáticos a los que se unen en las células), su evolución a lo largo de la vida de una persona, desde el nacimiento hasta la muerte. Ese sistema es diferente en bebés, en personas adultas y en ancianos, también es diferente en hombres y mujeres. Debido a su presencia en todas partes del cuerpo (a escala de órganos, tejidos y células), el SRA controla todas las funciones relacionadas con la vida celular. Esta misma «visión» global de su importancia en el control total del cuerpo humano, así como en el potencial desencadenamiento de diversas patologías, es lo novedoso. Por supuesto, los investigadores irán descubriendo la extrema importancia del SRA, este sistema hormonal de nombre inadecuado (porque inicialmente se lo detectó en el riñón y el hígado; a fin de cuentas, está presente en todos los órganos). Por supuesto también, notarán que controla todas las funciones vitales del organismo.

Epígra

Cuando el coronavirus SARS-CoV-2 (o, más específicamente, su proteína spike, “espina”, a la cual se debe el nombre mismo “corona”) se une a su receptor celular ACE2 (enzima convertidora de angiotensina 2), interfiere con la degradación de la hormona angiotensina 2 por la ACE2. Al no permitirse la normal degradación de la angiotensina 2, esta se acumula. Su exceso de concentración induce también el de su receptor específico en la célula, el tipo 1 (AT1R). La sobreactivación del SRA, y especialmente del AT1R, que libera una suerte de tormenta de citocinas, tiene efectos muy nocivos en el organismo, incluido el desarrollo de enfermedades covid-19.

El suyo es un enfoque visionario de la ciencia…

Sí, estoy anticipando lo que creo que sólo será obvio para los investigadores luego de varias décadas de trabajo exhaustivo: el desencadenamiento de enfermedades autoinmunes y cánceres debido a la desregulación del SRA (a excepción de las enfermedades genéticas). Observamos que todos los casos tienen algo en común: ese sistema omnipresente, que es la clave de las enfermedades no genéticas, el director de esa orquesta que son las funciones del cuerpo humano (tarea de conducción que, contrariamente a lo que se sigue creyendo actualmente, no compete al cerebro). El cerebro mismo es parte de esa orquesta, y el SRA controla las funciones de las neuronas y otras células del sistema nervioso; es el jefe supremo dentro de nuestro organismo, y este papel central es poco o nada conocido hoy en día. Probablemente sólo se volverá evidente en las próximas décadas: tengamos en cuenta la complejidad de este sistema hormonal y los avances relativamente lentos de la ciencia en este campo de investigación.

¿Cómo llega a esta conclusión?

Como le decía antes, este sistema hormonal es ubicuo: está presente en los diversos tejidos y órganos del cuerpo humano, en todos, incluso dentro de nuestras células, con actividad intracrina. Por ejemplo, lo encontramos en las células, en la membrana interna de las mitocondrias, en la membrana nuclear y en otras membranas de orgánulos intracelulares, de un modo tal que no tiene equivalente en otros sistemas fisiológicos, por lo que sabemos. ¿Y a qué se debe esa omnipresencia del SRA en el organismo? A que lo controla todo; por eso necesita estar en todas partes.

Una vez más, hay que tener en mente que existen variantes del SRA que corresponden a una adaptación de este sistema a la función específica del órgano en cuestión. Por ejemplo, el SRA del corazón no es el mismo que el de los pulmones. También existe uno específico para el cerebro, para los intestinos, etc. Siempre intervienen los mismos receptores y ligandos, pero su proporción y distribución en los tejidos no son idénticas. Así, el SRA local está adaptado a la función del órgano. Esto desgarra el velo que ocultaba al principal sistema que controla al cuerpo humano en toda su extensión. Y, en fin, ¡todavía nadie lo ha detectado como tal!

¿Tener en cuenta los desajustes del SRA permitiría tratar mejor las patologías que provocan?

Si resolvemos los problemas vinculados a la disfunción del SRA, teóricamente será posible tratar las distintas patologías (no genéticas) observadas en el ser humano: patologías neurológicas (Alzheimer, Parkinson, etc.), enfermedades autoinmunes (esclerosis múltiple, artritis reumatoide, etc.), cánceres (este sistema controla la proliferación de las células), etc. Está implicado en el funcionamiento del cuerpo humano, y (en mi opinión) esto va mucho más allá de lo que se describe actualmente. Su omnipresencia en los orgánulos intracelulares, incluidas las mitocondrias, demuestra que es la clave del funcionamiento de las células, lo que hoy me hace afirmar con certeza que reside en el origen de todas las patologías no genéticas. El SRA también interviene en la longevidad de los individuos. Sobre todo, afecta a la reparación del ADN y a la integridad de los telómeros (estructuras situadas en el extremo de los cromosomas e implicadas en la longevidad).

¿Cómo podríamos “ponerlo en la mira”, por así decir?

En la actualidad, la medicina trata principalmente las consecuencias (en vez de las causas) de las enfermedades. En mi opinión, para curar las diversas patologías humanas (y de los mamíferos), sea cual sea su índole, habría que hacer foco en el sistema renina-angiotensina. Esto permitiría modular las acciones potencialmente nocivas de un SRA sobreactivado en el organismo.

Me gustaría subrayar la importancia de esta vía de investigación, todavía muy poco divulgada, porque estoy convencido de que en las próximas décadas los investigadores notarán el papel crucial que desempeña el SRA en el funcionamiento del organismo y las patologías asociadas. De todo corazón, invito a investigadores y médicos a interesarse en este potencial insospechado, especialmente en el ámbito terapéutico. Sin lugar a duda, esto permitiría importantes avances en medicina aplicada, en beneficio de los pacientes. Queda abierto un inmenso campo de investigación, todavía virgen e inexplorado por la medicina.

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