
Objeto mortal
Desmontando el engaño de las armas nucleares
El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nuevo México, el mundo supuestamente entró en la era atómica con la prueba Trinity, la primera detonación nuclear de la humanidad. Un momento que el director militar, el general Leslie Groves, calificó como la prueba de que «cuando el hombre está dispuesto a esforzarse, es capaz de lograr prácticamente cualquier cosa». Pero, ¿y si este acontecimiento trascendental, grabado a fuego en la memoria colectiva de la humanidad como el nacimiento de nuestra potencial autodestrucción, nunca hubiera ocurrido tal y como se describe? Death Object: Exploding the Nuclear Weapons Hoax, de Akio Nakatani, presenta un caso meticulosamente investigado en el que las armas nucleares representan el engaño más audaz de la historia: no un triunfo de la física, sino un triunfo de la propaganda; no un arma funcional, sino lo que él denomina «la falsa finta nuclear». El autor, profesor de matemáticas aplicadas y estadística, aporta su experiencia en simulaciones de Monte Carlo y análisis estadístico para abordar lo que podría ser la pregunta más trascendental de nuestro tiempo: ¿hemos estado viviendo bajo la sombra de una amenaza que en realidad no existe?
Las pruebas que presenta Nakatani se leen como una novela policíaca en la que cada prueba física contradice la versión oficial. El cráter de la prueba Trinity medía solo cinco pies de profundidad y treinta pies de ancho, idéntico al de una prueba convencional con TNT, a pesar de que se supone que era doscientas veces más potente. En Hiroshima, 170 árboles en un radio de dos kilómetros del punto cero sobrevivieron y florecieron la primavera siguiente, mientras que las fotografías muestran postes eléctricos en pie en toda la zona de la explosión que deberían haber sido destruidos por vientos de 500 millas por hora. Los patrones de daños en ambas ciudades japonesas reflejan exactamente los creados por los bombardeos incendiarios convencionales que destruyeron Dresde, Tokio y otras 67 ciudades japonesas: las mismas vigas de metal retorcidas, los mismos cuerpos carbonizados en las calles, las mismas «sombras nucleares» que aparecieron dondequiera que se produjeron intensos bombardeos incendiarios. El experto en aviación Alexander P. de Seversky, que inspeccionó ambas ciudades poco después de la guerra, las encontró indistinguibles de otras ciudades bombardeadas, con edificios de hormigón cerca de la zona cero estructuralmente intactos, sin daños en sus cornisas y elementos decorativos. Quizás lo más decisivo es que el autor revela que los físicos de Los Álamos no pudieron resolver el «problema del equilibrio energético» —sus bombas parecían violar la conservación de la energía— hasta 2009, sesenta y cuatro años después de que las armas supuestamente funcionaran a la perfección desde el primer día.
La mecánica de este engaño propuesto se centra en un momento crítico de 1944 que Nakatani identifica como el nacimiento del fraude: cuando los científicos del Proyecto Manhattan descubrieron durante la «crisis de implosión» que el diseño de la bomba de tipo cañón no funcionaría, no solo para el plutonio, como se afirmaba oficialmente, sino para cualquier material fisionable. Ante la perspectiva de admitir el fracaso después de gastar miles de millones de dólares en tiempos de guerra, los dirigentes supuestamente eligieron una alternativa audaz: simular un bombardeo convencional disfrazado de ataque atómico. Lookout Mountain Studios, una instalación secreta en Laurel Canyon que produjo 19 000 películas clasificadas con profesionales de Hollywood, entre ellos John Ford y Marilyn Monroe, poseía todas las capacidades de efectos especiales necesarias para fabricar la documentación. El momento era perfecto: Japón necesitaba una salida honorable después de que la invasión de Manchuria por parte de la Unión Soviética el 8 de agosto hiciera inevitable la derrota, Estados Unidos quería reivindicar su supremacía tecnológica sin poseer realmente armas apocalípticas y el complejo militar-industrial se aseguraba una financiación eterna. La doctrina del «secreto innato», que clasifica automáticamente toda la información sobre armas nucleares desde el momento de su creación, garantiza que cualquier desafío científico a la narrativa sea ilegal de publicar, incluida, según afirma Nakatani, su propia prueba matemática de que las reacciones nucleares en cadena explosivas son imposibles porque los neutrones simplemente no pueden golpear suficientes núcleos con la rapidez necesaria para crear la explosión de nanosegundos requerida.
Si la tesis de Nakatani resulta ser correcta, nos encontramos al borde de una revelación que reescribiría fundamentalmente no solo la historia, sino también nuestra comprensión de la naturaleza humana, el poder y las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre la amenaza existencial. Las implicaciones se propagan como las falsas ondas de choque de una bomba fantasma: setenta y cinco años de política exterior basada en una ilusión, billones de dólares gastados en armas que no existen, generaciones viviendo bajo la sombra de una aniquilación potencial que nunca fue posible. Sin embargo, este libro ofrece algo más que una teoría conspirativa: presenta un examen sistemático de las pruebas físicas, el análisis técnico y la documentación histórica que desafía a los lectores a enfrentarse a preguntas incómodas. Tanto si sales convencido de que el arma más temida de la humanidad es, en efecto, lo que el autor denomina «la mentira más trascendental de la historia», como si te encuentras defendiendo la narrativa ortodoxa con renovada convicción, el recorrido por estas pruebas cambiará para siempre tu forma de ver la relación entre la autoridad científica, el poder estatal y las historias que dan forma a nuestro mundo. En una época en la que cuestionamos tantas verdades aceptadas, tal vez sea el momento de cuestionar la verdad última de nuestro tiempo: la realidad del arma que ha definido el mundo moderno.
Gracias a Akio Nakatani.
Death Object: Exploding The Nuclear Weapons Hoax by Akio Nakatani
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