Bienvenidos a la Unión Soviética Europea

ESTE SISTEMA CREA UN MONSTRUO BUROCRÁTICO ASFIXIANTE

Fuente: De Andere Krant

Autor: Jeroen Poes

Traducción: FP para OVALmedia

Las libertades económicas, como la libre empresa, la libertad de precios, la elección del consumidor y la interferencia limitada del gobierno, son la base de cualquier sociedad sana y próspera.

Bajo el régimen comunista de la antigua Unión Soviética, estas libertades no existían. Las actividades comerciales internacionales estaban sujetas a una estricta supervisión estatal; las empresas o los particulares no podían importar mercancías sin una licencia del gobierno. La economía soviética, de gestión centralizada, se caracterizaba principalmente por la escasez. Por ejemplo, apenas había coches privados, las naranjas eran artículos de lujo por los que se hacían colas de horas y la mala conexión telefónica era el colmo de la decadencia.

Sigue pareciendo irreal, pero en un futuro no muy lejano, con la puesta en marcha del Reglamento 2023/959 sobre el «Pacto Verde», creado bajo la dirección de Frans Timmermans, estas formas de escasez y pobreza formarán parte de nuestra realidad cotidiana.

De hecho, tras las bambalinas se está produciendo silenciosamente una impactante transformación hacia un auténtico sistema soviético. El 1 de octubre de 2023 entró en vigor el mecanismo de ajuste del carbono. Esto significa que los bienes designados por la Comisión Europea con un valor comercial superior a 150 euros sólo podrán importarse tras adquirir los denominados certificados del Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM). La idea subyacente es compensar el CO2 liberado en el extranjero durante la producción, un plan absurdo que cambiará nuestras vidas hasta hacerlas irreconocibles.

Una vez finalizado el periodo transitorio, el 1 de enero de 2026, los importadores tendrán que solicitar a la Autoridad de Emisiones de los Países Bajos (NEA) un permiso como emisor autorizado de CBAM. Este se expedirá únicamente previa consulta a través de un registro CBAM. Por ejemplo, el solicitante no debe tener antecedentes penales y debe disponer de solidez financiera y capacidad operativa para cumplir las amplias obligaciones burocráticas.

Además, los importadores deben notificar trimestralmente las emisiones integradas de los bienes que importan, indicando las emisiones directas e indirectas y los precios del carbono realmente pagados en el extranjero, expresados en toneladas de emisiones equivalentes de CO2 por megavatio-hora de electricidad.

Este sistema crea un monstruo burocrático asfixiante. Además de los controles anuales de las cantidades correctas de certificados CBAM de las mercancías importadas, se lleva a cabo un seguimiento intensivo para evitar la evasión de las normas y su aplicación delictiva. Por otra parte, sólo los declarantes CBAM autorizados pueden importar mercancías, lo que a su vez es controlado por las aduanas.

El número de certificados CBAM disponibles disminuye anualmente para crear deliberadamente escasez, oficialmente con el objetivo de obligar a las empresas a una producción baja en carbono. Actualmente están cubiertos la energía, el hierro y el acero, el cemento, los fertilizantes, el aluminio, la electricidad y el hidrógeno. No hace falta mucha imaginación para predecir las consecuencias reales de estas medidas. La producción industrial deja de ser rentable y las empresas quiebran o se trasladan al extranjero, mientras que los costes de construcción y los precios al consumo se disparan.

El plan es también un nuevo ataque a los agricultores europeos, que dependen en gran medida de los fertilizantes importados. La producción de éstos provoca enormes emisiones de CO2 y, como consecuencia del ajuste fronterizo del carbono, resulta inasequible, lo que provocará una previsible escasez de alimentos.

Y esto es sólo el principio. La Comisión Europea ampliará aún más los alcances hacia el año 2030 para que la red se cierre. Además, la asfixiante burocracia del régimen supone otra enorme carga para las empresas.

Mientras la industria, el comercio y los consumidores se ven abocados a la quiebra, decenas de miles de millones fluyen hacia las arcas del Estado con la venta de certificados CBAM. En 2020, el comercio de certificados de CO2 generó más de 220.000 millones de euros en todo el mundo, dinero que salió de los bolsillos de los ciudadanos. Al fin y al cabo, los costes se trasladan a los consumidores, y en los próximos años, con este nuevo sistema, el tsunami de impuestos encubiertos crecerá hasta alcanzar miles de miles de millones de euros.

La economía holandesa ya está al borde del colapso tras las políticas destructivas de los últimos años. Mientras los medios de comunicación guardan silencio, en los últimos seis meses la producción industrial holandesa cayó más de un 10%, un descenso sólo comparable a la crisis financiera de 2008 y a la crisis del petróleo de principios de la década de 1970. Incluso durante la era covidiana no fue tan grande el declive.

Este nuevo ataque frontal a nuestra libertad, la escasez creada deliberadamente y el desvío de aún más dinero al gobierno representan el golpe final a nuestra prosperidad. Bienvenidos a la Unión Soviética Europea.

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